¿Quién
diría que las “profecías” del periodista Javier Sicilia, ahora serían el pan con
el que el país vive día a día?.
Llegó
el quiebre, el punto mediático que pone a México con un pie entre la anarquía y
la solidaridad. Ya no existen los matices grises, no, ahora todo tiene un
extremo.
Los
movimientos de la Paz que Javier Sicilia ha encabezado desde el asesinato de su
hijo a manos del crimen organizado en 2011, son muestras desesperadas de los
últimos respiros que tenemos, pero, ¿para qué? Quizás más de un compatriota
crea que es mejor dejarse llevar por la marea, antes que esforzarse por
respirar.
Para
Javier Sicilia, era urgente recuperar las bases del país, era necesario volver
a consolidar un gobierno que fuera congruente y leal para con el pueblo; pero,
ahora, a estas alturas en las que ya se ha perdido la fe, no tienen más remedio
las altas alcurnias que se sienten dueñas de México, que hipnotizar a la
sociedad con telenovelas que reflejan los vacíos de las personas, y dejar de
lado a ciudadanos como Javier Sicilia, que pese a su intachable trabajo tanto
Proceso como en La Jornada, está por debajo del galán de la novela de las ocho
de la noche.
Tantos
libros y poemas sin tapujos, que expresan el hartazgo, que dicen sin miedo:
¡Estamos hasta la madre!, pero que parecen no ser lo suficientemente fuertes
como para romper la barrera absurda de un monopolio.
¿Dónde
se va a refugiar el alma del mexicano, que yace sonámbula? En los escombros del
catolicismo, en las falsas promesas de los políticos, en el cáncer de la economía.
Javier
Sicilia tenía razón, ¿Qué hubiera sido de nosotros si su voz hubiera sido más
fuerte? Quizás nos hubiera reventado los tímpanos y pese a todo, terminaríamos
sordos y el resultado sería el desastre en el que vivimos ahora.
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